Reflexiones de súper
El otro día, en el súper, en el pasillo de los yogures, había una chica en silla de ruedas, nada que reseñar si no fuera porque nadie le hacía caso y eso que ella insistía con una voz entrecortada y leves movimientos si alguien podía alcanzarle algo del mostrador que tenía enfrente. Yo estaba en la otra punta, pero como justo tenía que ir hacia donde estaba para coger uno de mis postres favoritos, yogur griego con moras, me acerqué y le pregunté qué necesitaba. Nos costó entendernos, pues apenas podía articular palabra y su movilidad corporal era reducida en general, pero allí nos apañamos las dos, ella se hizo entender y yo le acerqué y coloqué encima del regazo los yogures griegos con fresa que quería. Le pregunté si necesitaba algo más y me dijo que no, que eso era todo. Con cuidado, puso su mano en el mando de la silla y dio la vuelta para dirigirse a la caja. Yo, por mi parte, continué haciendo la compra sin preocuparme de nada más. Fue al llegar a casa cuando me di cuenta de